DESCONECTAR

Si el primer día de vacaciones te produce ansiedad es posible que padezcas el 'síndrome del ocio'

Ansiedad, estrés, imposibilidad para desconectar… son algunos de los síntomas que padecen algunas personas cuando (por fin) llegan las vacaciones
Ansiedad vacaciones
Cecilia Alvarez-Hevia Arias

Evitar la ansiedad en las vacaciones

La pereza es, hoy, casi un pecado mortal. Se venera al que está siempre ocupado y, por el contrario, se tilda de vagos a aquellos que se entregan al arte del descanso –sí, en 2024 aprender a descansar es todo un arte– y son capaces de disfrutar plenamente de no hacer nada. Pero esto no es nuevo, porque a lo largo de nuestra existencia hemos ido cincelando en nuestro cerebro que cualquier tiempo que no es productivo, no es. Se supone que, cuando llegan las vacaciones, ponemos freno a esta obsesión por aprovechar cada minuto, pero esto no siempre es así. Nos lo explica Bárbara Tovar, psicóloga experta en ansiedad y estrés con más de 20 años de experiencia a sus espaldas. “Muchos son los que piensan que desconectar se logra tan solo con dejar de trabajar. Sin embargo, educar a nuestra mente para parar, estar en el presente y dejar de lado las responsabilidades es algo que se entrena. Cuando no lo hemos entrenado, nuestra mente sigue aferrándose a preocupaciones, a la búsqueda de tareas pendientes, o a la caza de cualquier estímulo que le permita seguir a un ritmo acelerado. Imaginémonos que en el día a día vamos montados en una bici, impulsando los pedales a gran velocidad. Cuando levantamos los pies de estos, los pedales seguirán durante un tiempo girando a gran velocidad, lo mismo ocurre con nuestras mentes cuando la hemos acostumbrado a un ritmo acelerado. Parar en seco cuesta, y esto es lo que sucede con el síndrome del ocio”.

Y es que cuando placeres como no programar el despertador para el día siguiente, tumbarse en la arena de la playa o llegar a la habitación del hotel en la que vamos a pasar la próxima semana se tornan en un suplicio, generando ansiedad, malestar e incluso síntomas físicos, es posible que suframos el ‘síndrome del ocio’ algo que, según Tovar, está provocado en gran medida por las exigencias de la sociedad actual. “La atención centrada en el rendimiento y en la optimización del tiempo es enemiga de una actitud más relajada, veraniega y calmada. Una mente capaz de disfrutar de su tiempo libre, es una mente relajada. Una mente relajada es una mente sana. Si hemos enseñado a nuestra mente a pasar la mayor parte del tiempo en la multitarea, en la exigencia y anticipando situaciones, no estamos disfrutando de una mente relajada, y eso nos hace difícil disfrutar de forma plena del tiempo libre”, asegura la psicóloga. “Cuando estamos en el tiempo libre estamos cargando baterías, ponemos la mente en el modo ‘recibir’, que es un modo muy diferente al modo ‘dar’ que cultivamos en nuestro día a día. Si aprendemos a cultivar la calma, protegiendo espacios para ello, y equilibramos nuestra energía entre el dar y el recibir, nos ayudará a llegar al tiempo libre con mejor predisposición para estar en el presente y disfrutarlo”.

Sacarle partido al aburrimiento

Vivimos en una sociedad muy enfocada en el hacer, en la productividad, en la eficacia. Y estamos sobreestimulados y muy poco acostumbrados a estar con nosotros mismos, sin hacer nada. Pero a largo plazo esto puede ser perjudicial, porque la sobreestimulación nunca nos acaba de satisfacer del todo. Tenemos que aprender que no hacer nada es hacer algo. Practicar la paz mental, poner en marcha actividades que no hacemos en nuestra rutina diaria, generar hábitos que incluyan tiempo libre durante todo el año… Y dejarnos la tecnología en casa. “Somos animales de hábitos, tendemos a automatizar los procesos para ahorrar energía. Por lo tanto, cuando nos hemos habituado a estar inmersos en hacer el check constante en una lista enorme de tareas, desactivar este modo se hace en ocasiones difícil. La inercia lleva a nuestra mente a buscar en qué ocuparse y mantener la misma energía a la que está acostumbrada”, apunta la experta. “Por todo ello es importante el modo en que nos relacionamos con nuestro día a día, para centrarnos no tanto en el qué sino en el cómo abordamos todas estas responsabilidades. Si cultivamos un cómo más conectado a nuestra respiración, una actitud corporal más relajada, un ritmo más amable con nosotros mismos, nos resultará más sencillo aprovechar nuestros tiempos de descanso sin interrupciones o rumiaciones mentales. Cada vez se hace más necesario descartar la hiperproductividad como modo de vida, el cansancio vital como símbolo de estatus, y cultivar una vida equilibrada con buenos hábitos de autocuidado”.

Por todos estos motivos, si llegamos a las vacaciones y mantenemos el chip y las exigencias de los meses de trabajo podemos, además, terminar frustrándonos porque, como es obvio, no estaremos debidamente centrados ni en el descanso ni en la productividad. Entonces, ¿cuándo debemos empezar a preocuparnos? “La preocupación es la antesala de la ocupación. A todos mis pacientes suelo decirles lo mismo; ‘cuando llegue ese puente ya lo cruzaré’. Creo que perdemos mucho tiempo en esa antesala y en la mayor parte de ocasiones nunca llega a pasar nada. Podemos utilizar la preocupación solo para tener un plan A o un plan B. Pero no la utilicemos para rumiar obsesivamente, no nos acostumbremos a entretenernos en nuestros tiempo libres dándole vueltas a aquello que nos preocupa. Si quieres preocuparte bien, siéntate con un papel y un boli, y elabora un plan para aquello que te preocupa, pero nunca te preocupes convirtiéndolo en la banda sonora de fondo de tu vida”, aconseja la psicóloga.